Leigh Whannell es un nombre que puede que no suene mucho al espectador casual. Sin embargo, el amante del terror debe estar más que familiarizado con su trabajo. Aquella máquina de asesinatos conocida como Saw (2004) suele ser un mérito otorgable al señor James Wan, pero este festín de sangre y tramas intrincadas no hubiera sido posible sin el invaluable guión de Whannell. Hablamos de un escritor con un curriculum nada despreciable, pasando de las primeras tres entregas de la mencionada saga a la perturbadora Dead Silence (2007), y por supuesto, Insidious (2011). Whannell repite como escritor y actor por tercera vez, pero agrega un reto superior: su debut directorial. Las expectativas se ajustaron lo suficientemente altas para el evento, y habiendo visto lo que Insidious 3 tiene para ofrecer, es inevitable sentir un sabor agridulce.
La cinta cuenta la historia de Quinn Brenner (Stefanie Scott), una adolescente que tras perder a su madre por una enfermedad, busca la ayuda de Elise (Lin Shaye), una medium que le advierte los peligros de invocar a los muertos. Pronto, la familia Brenner deberá sobrevivir al acoso perpetuado por peligrosas y poderosas entidades del más allá.
La tercera entrega de la popular saga sirve como precuela a los capítulos anteriores. Los acontecimientos que aquí suceden tienen un fuerte vínculo con sus predecesoras, por lo que la cinta está cargada de referencias (algunas más sutiles que otras). Esto juega tanto a favor como en contra, principalmente al romper el suspenso que se pretende construir con el destino de los personajes, sabiendo de antemano que muchas de las amenazas presentadas no serán lo suficientemente fuertes como para suponer un peligro verdadero. Pese a que Whannell lucha contra este obstáculo, nunca puede superarlo por completo, restando mucho a la experiencia del visionado.
De hecho, el principal problema con la película reside en la falta de fuerza del antagonista. De los tres entes principales que se han presentado en la saga, nos encontramos por mucho frente al más flojo. No logra atemorizar, ni presenta algo que no se haya visto en el género una y otra vez. Es, simple y sencillamente, un fantasma como miles.
Whannell claramente ha aprendido la técnica de su amigo Wan, pero intenta reproducirla sin otorgarle una personalidad propia, dando como resultado una sucesión de clichés bien rodados, pero formuláicos y absolutamente predecibles. La atmósfera está ahí en cierta medida, pero nunca llega a sentirse tan agobiante y opresiva como en la cinta original, y esto contribuye a un final anticlimático y efectista. La banda sonora es también una calca de lo previamente presentado, logrando que se eche en falta algo nuevo.
Insidious 3 encuentra sus puntos fuertes en Lin Shaye, perfeccionando un papel que a estas alturas ya puede hacer hasta dormida; en Stefanie Scott, que logra transmitir el dolor de la pérdida; y en las relaciones que establece la trama en un intento por hacer que los personajes nos importen más que ese aburrido y genérico grupo de adolescentes que revive una fuerza maligna (te estoy viendo a ti, Michael Bay’s Ouija).
En conclusión, Insidious 3 no representa una completa pérdida de tiempo, y por el contrario, su historia es un buen añadido a la mitología de la saga, desarrollando las historias de algunos personajes cruciales y otorgándoles motivos y personalidades. Sin embargo, no puede evitarse el sentimiento de que estamos viendo una copia, de algo que antes se ha hecho mejor, incluso por la misma saga. Sus peligros son menores, sus demonios están diluidos, y al final del día, no es más que una pesadilla que promete, pero que termina ahogándose entre un drama familiar y una fábula del poder del amor.