Holden Caulfield
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Congelado en la inocencia, el rechazo a crecer de Holden Caulfield #PuertAbierta

Pese a ser fácil de leer, en algunos puntos la narración de Holden Caulfield en The Catcher In The Rye parece divagar tanto que pierde el desarrollo de su vivencia en temas sin sentido. Sin embargo, lo que parece solo ser un rasgo más de la personalidad del protagonista, extendido a la forma de contar su propia historia, termina por dejar, escondidos, algunos símbolos que se repiten a lo largo del libro y que le dotan de su profundidad.

“¿A dónde van los patos cuando el lago se congela?”, le pregunta a un taxista en su primera noche en Nueva York, tras ser expulsado de su colegio. El hombre, desinteresado, le cuestiona qué tipo de pregunta estúpida es esa y lo calla en seco. Sin embargo, Holden no se queda callado y empieza a preocuparse por los pescados. “¿Qué sucede con los pescados?, ellos no pueden migrar”, vuelve a preguntarse en una conversación que no llega a ningún punto. Como los pescados, las letras quedan atrapadas en un pequeño segmento del libro. No llega a ningún punto y el tema no se vuelve a tocar, pero queda la marca: Congelarse.

Tal como las momias a las cuales visita en la segunda parte del libro o la fotografía que toma de su hermana en las páginas finales, lo que distingue a Holden Caulfield que lo ha convertido en un personaje imprescindible para la ficción popular es que no se trata de un personaje clásico con un inicio, un desarrollo y un final. No. Holden es un momento congelado, un espíritu que ha quedado inamovible en un libro, pero que estuvo presente en la vida de cada uno de nosotros.

Un clásico de la secundaria, él es el miedo a crecer y lo que busca, a lo largo de su narración, es quedar congelado. Pese a ser uno de los muchachos más brillantes y sensibles de su colegio, decide reprobar una y otra vez porque tiene miedo de avanzar. De la misma forma, desperdicia las posibilidades que tiene de perder su virginidad porque, aunque lo desea, teme perder aquello que lo hace inocente.

Se le ha tachado de ser un personaje juzgativo, injusto hacia los demás. Un pesado que señala a todos de ser unos -farsantes- sin importar su éxito o falta del mismo. Lo dice de las clases, los profesores y sus compañeros, al igual que de todo aquel que sobresale en algo, así sea en el arte de la actuación, la música o hasta en el ligue. A los ojos de Holden Caulfield, todos son unos -farsantes- y no hay nada que deteste más. Pero, puede que tenga razón.

Los únicos que tienen la simpatía del protagonista son los niños pequeños. Él los ve a lo lejos, los recuerda y los describe, siempre carismáticos, divertidos… reales. Para Holden, crecer tiene que ver con ponerse una máscara y actuar; ser falso para lograr tus aspiraciones y dejar a un lado la verdadera -realidad- que solo los niños tienen a su alcance. Para él, las personas se complican demasiado con sus planes y sus ideas; tanto que no se permiten ser, ni sentir.

En algún punto del libro piensa en el suicidio, otra forma de quedarse congelado y convertirse en una figura angelical de eterna inocencia, tal como su hermano menor Allie, quien perdió la vida tras combatir la leucemia. Él solía ser muy cercano a Holden, quien lo describe como el mejor y más listo de su familia.

Tras su pérdida, él pierde la razón y rompe su mano al golpearse contra una pared, la izquierda, igual al guante que le dejó su hermano. Es por esto que la frase de su profesor es tan prominente: “Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella”. Tras ello, encuentra su objetivo.

“Sigo imaginando a todos estos niños pequeños jugando en este gran campo de centeno y todo. Miles de niños pequeños, y no hay nadie cerca, quiero decir, nadie grande, excepto yo. Y estoy parado al borde de un acantilado. Lo que tengo que hacer es atrapar a todos si comienzan a caer por el acantilado. Quiero decir, si están corriendo y no miran hacia dónde van, tengo que salir de algún lugar y atraparlos. Eso es todo lo que haría. Sé que es una locura, pero eso es lo único que realmente me gustaría ser”, describe, justo antes de escapar del departamento de sus padres, imaginándose como el hombre que protegerá a todos los niños. El guardián de la inocencia. Aquel que los dejará ser libres y reales.

Después se imagina, jugando a que es un sordomudo, viviendo de despachar gasolina en un pueblo distante. Lejos de todos y de la presión de tener que ser algo para mostrarse, escuchar y hablar. Sabe que no puede dejar de crecer, pero puede decidir no ser y por eso ser sordomudo es quedar congelado, pero termina en lágrimas cuando va a llevar a cabo su plan debido a que su hermana lo quiere acompañar. Él llora porque sabe que le arrebataría la posibilidad de ser Phoebe y él la ama.

No puedes quedar congelado. Pierdes tu belleza, pierdes tu tiempo y tu potencial. Holden Caulfield queda recluido en un psiquiátrico por el resto de las vacaciones de invierno, pensando en que esta vez sí tomará la escuela en serio e incluso podría pasar de grado.

Oscar Adame

Nada en mí es original. Soy el esfuerzo combinado de todo aquel al que he conocido.

Contacto: oscar.adame@poolpmx.com

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