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“Revolution Radio” de Green Day, ¿qué vidas importan?

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Revolution Radio es un recordatorio de que Green Day nació y creció en el punk, escupiendo en afiches de campañas políticas y levantando el puño al aire para gritar “¡esto no está bien!” y “¡todas las vidas importan!”, pero también un indicador de que Billie Joe Armstrong, Mike Dirnt y Tré Cool ya no tienen 20 años, como muestra el nivel que tienen las baterías y bajos de este disco y la calidad de sus letras, que puedes escuchar en tu cuarto con unos audífonos, meditando sobre el cabello naranja de Donald Trump y esos años en los que rayabas tus converse pirata con una pluma negra, o en una fiesta con un six y tus amigos cantando.

“Voy tarde para un lugar en el que no quiero estar”, canta Billie en Somewhere Now con una guitarra tranquila de fondo. Subo el volumen para escuchar mejor, “donde el futuro y las promesas no son lo que solían ser”. Las guitarras típicas de Green Day entran y salto de mi silla, regresando el volumen a su tono original. “¿Cómo es que la vida en el lado salvaje se volvió tan aburrida?”.

Sabiendo que este disco nació después de que Billie entrara a rehabilitación, podemos entender mejor que nos cante sobre estar “ya grande y medicado”, para luego hablar de cómo el internet y el mundo actual nos obligan a correr para vivir y de un soldado que nos recuerda que estamos en guerra.

La canción también hace una alusión constante a “morir en árboles”. ¿Se refiere al suicidio?, ¿a una realidad tan deprimente que hace que todos queramos colgarnos? Leí en la Rolling Stone que el movimiento Black Lives Matter también fue una inspiración para este álbum, ¿habla de los linchamientos del KKK, donde colgaban cruelmente a personas de raza negra de los árboles? Trago saliva, la imagen mental es fuerte. Quizás se refiera a ambos.

Las baterías de Tré muestran mucha madurez ya pasada la mitad de la canción y me atrevo a decir que es de las mejores que ha compuesto e interpretado en toda su carrera. “Esta canción va a ser una bomba en vivo”, me digo y repito el momento estelar de Tré, vuelvo a repetirlo, sólo una vez más…

Entra una radio con una sirena de fondo, alcanzo a escuchar las palabras “ejecución”, “grupo terrorista” y “aniquilado”. El bajo de Bang Bang es dramático, las guitarras parecen una alarma contra-algo. La batería entra con un ritmo puro y clásico de punk, si no a romper la tensión, al menos a darle sentido cuando entra la voz de Billie Joe a explicarnos qué pasa: la canción habla de un “mass shooter”, esos jóvenes que entran a las escuelas con un arma y asesinan a la mitad de su generación. “Bang bang, dame fama”, grita este chico, y recuerdo una entrevista donde Billie contó cuánto lo perturbó tener que entrar a una cabeza así para componer la canción. Definitivamente dan ganas de estar en algún slam rebotando.

Billie escribió Revolution Radio tras ver a una marcha de Black Lives Matter, salir de su auto y pararse a protestar con la gente. “Yo gritaba, manos arriba, no disparen, y sentía que estaba en el lado correcto de la historia”, comentó a Rolling Stone sobre la canción.

Guitarras dramáticas, punk de ese que todos extrañamos de los 2000’s. “Seremos vistos, pero no escuchados”, canta Billie, con la guitarra reforzando el tono de sus palabras. “Y el titular: Mi amor es a prueba de balas”, llegan a la mente las personas que han perdido a un ser querido por culpa del racismo en cualquier contexto, “Y el titular: Legalicen la verdad”. Una canción que despierta el lado inconforme de cualquiera, muy a lo Shenanigans.

Debo admitir que lo que extraño del 21st Century Breakdown y el American Idiot, y esperaba que remontaran en este álbum, eran las transiciones tan bellas que tenían entre canción y canción. Si están como yo, les evito el dolor: no hay ninguna.

Say Goodbye suena como la canción perfecta para poner en una marcha: coros, melodías repetitivas, versos fáciles de recordar con mucha crítica detrás: “Dile adiós a aquellos que amamos”. Una vibra de rock setentero en una especie de himno que en vivo se va a poner increíble.

“Oh Dios, ten piedad de mi alma, escucha a los niños cantar por los enfermos y los que sufren”, y pienso también en México: en los jóvenes que veo tirados en la calle, moneándose en Insurgentes, en los niños que piden una moneda sentados en el suelo. “Dile hola a los policías patrullando, dile hola a los que tienen el control”, la voz se escucha distante, como si proviniera de un megáfono.

Outlaws para mí es una de las obligatorias. Si quieres no escuches el disco, pero escucha Outlaws. El intro te prepara para algo agresivo, con una guitarra distorsionada, sólo para caer a una voz distante y una melodía llena de reverberaciones y delays. Nostalgia.

Algo tranquilo, para escuchar en tu cama, recordando a tus amigos de la secundaria que se creían bien panks (con “a”). “Nada va a cambiar mi espíritu”, canta Billie, “alegaré inocencia, alegaré inocencia, pero esa es mi mejor defensa”, y toda la canción se comprime en un “cuando eres joven”. Volvemos a escuchar esa guitarra con distor que vuelve a caer en un piano y a Billie despidiéndose con un “tomaste un tren y no puedes volver, por siempre ahora, por siempre ahora vagarás”… ¿La adultez?

Bouncing of the Wall es una canción que suena a Green Day la escuches por donde la escuches, un punk, poderoso, pegajoso y bailable que fue de las últimas canciones en agregarse al disco, y originalmente se llamaría “Concrete Dream”. Me recuerda un poco a Warning: despreocupada, como para poner de fondo en una fiesta o para manejar.

Still Breathing tiene una melodía que suena a todo lo que escuchamos en secundaria o preparatoria (al menos los que nos creíamos alternativos) resumido: batería sencilla, guitarra sencilla, línea de voz regular, un teclado básico de fondo… pero la letra, la letra la vuelve una delicia.  “Soy como un soldado regresando a casa por primera vez, esquivé una bala y caminé sobre campo minado, oh, sigo vivo”, y así es toda la canción, como para escucharla cuando quieres dejar de llorar por un minuto, o “para ir al gym”, según un amigo más atlético y menos former emo. “Soy como un adicto probando por última vez, soy un perdedor apostando su última moneda, oh, sigo vivo”, y la línea que se lleva la medalla de oro: “¿Temes a muerte a la vida?”.

Youngblood es una canción digna de sonar en todos los autos y fiestas de los millenials, dedicada a Adrienne, la esposa de Billie.

“Supernova, Cherry Cola”, ¿qué otra frase pegajosa quieren? Oh, ya sé: “quiero sostenerte como a una pistola, vamos a disparar la luna al sol”. Tiene toda esa magia que tenía el Green Day que conocimos antes del American Idiot: melodías sencillas, pero con un súper punch, guitarras oxidadas, frases repetitivas pero sabrosonas. “¿Estás varada como estoy varado?, ¿quieres ver el mundo caer en pedazos?, ¿estás rota como yo estoy rota?, ¿estás inquieta? Ella dijo: Jódete, soy de Oakland”.

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Too Dumb to Die tiene un intro lejano, como de radio de auto viejo. Puedes visualizar a la pareja gringa de los cincuentas en el Mustang, poniendo ese intro antes de empezar a caldear, y luego todo vuelve a la actualidad con sus guitarras poderosas y la batería típica de punk, pero con un bombo que forma parte de la melodía en algunas partes, acompañando a la guitarra (neta no me fumé nada).

“Con demasiado miedo para soñar, pero muy tonto para morir”. La canción podría ser una autobiografía de la adolescencia de Billie, o de cualquiera que se paró los pelos desde una edad temprana: “Era una bomba atómica de secundaria, saliendo los fines de semana, fumando algo y podando céspedes, odiando todas las nuevas modas”

Troubled Times es otra canción obligatoria: “¿Qué tienen de buenos el amor y paz en la tierra cuando son exclusivos?, ¿dónde está la verdad en la palabra escrita si nadie la lee?”. Un intro turbulento, una canción llena de drama de ese que te da cosquillitas en el pecho y una de esas letras tan ciertas que se identifican con cualquier realidad, con México, con Estados Unidos, con el país que quieras. “¿Qué parte de la historia aprendimos si la estamos repitiendo?”, y aparece en mi muro de Facebook un post del Frente por la Familia, seguido de una foto de Donald Trump con bigote de Hitler. La guitarra alude al verso, acompañada de un bajeo precioso que se queda toda la canción. “¿Qué tienen de buenos el amor y paz en la tierra cuando son exclusivos?” vuelve a decir Billie, con unos coros tensos haciéndola de fondo.

Y luego sigue Forever Now, una canción que se divide en tres partes, y donde lo más destacable es cómo ligan cada mini-canción, remontándonos un poco a la belleza que fue  21st Century Breakdown.

La primera parte sale de las entrañas de Billie Joe: “Nunca aprendí a leer o escribir muy bien, pero puedo tocar la guitarra hasta que duela como el infierno”, “si dices que esto es la buena vida, quiero una mejor forma de morir”. La segunda grita un “no quiero pensar en el mañana” fuerte y claro que habla por toda una generación, y la tercera es un recordatorio de Somewhere Now que cierra el círculo, intercalado con ese “No quiero pensar en el mañana” y “Quiero empezar una revolución”. Las guitarras nos anuncian que ya terminó, y es un “se acabó” tan fuerte que yo pensaría que el disco acaba ahí, acabando con las mismas notas con las que empezó el disco.

Es un final perfecto, pero no, como si alguien les hubiera pedido otra al final del concierto, empieza a sonar Ordinary World, compuesta originalmente para la película que va a protagonizar Billie, de nombre idéntico.

La guitarra de esta canción es tan bonita que podría sostenerse por sí misma, pero aún así, agradezco que Billie entre a cantar una letra nostálgica y triste que hará sentirnos identificados a todos los que queremos más de la vida: “Nena, no tengo mucho, pero lo que tenemos es más que suficiente” y notas aisladas de guitarra con mucho reverb para echarle limón a la frustración.

Samantha Aguirre

Preferiría que me amputaran un brazo a que me dejaran sin música. La amo nivel estudio ingeniería en producción musical. ¿Post Punk?, ¿Synth Pop?, ¿cositas con mucho reverb y delineador? Seguro me va a gustar. ¿Rock alternativo?, ¿algo mexicano oscurón? Échalo.

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